LA ORATORIA

La Oratoria es, según la clásica definición de Cicerón, el arte de hablar en público de manera tal que se persuada al oyente. Para ello, es necesario probar que es verdad lo que se defiende, a fin de granjear a los que escuchan y moverlos a favor de la causa que se propugna.
Todos los preceptores de la oratoria coinciden en que el fin es conquistar los ánimos y esto se consigue deleitando y atrayendo, vale decir, se actúa sobre los sentimientos para despertarlos y sobre la voluntad para inclinarla y decidirla.

El orador debe actuar con propiedad, es decir, no debe abusar de los recursos de la elocuencia para engañar al auditorio, sin honradez, sin rectitud, se frustran sus fines.


El engaño, la mentira, la demagogia, ni deleitan ni conquistan ni por consiguiente convencen.
La oratoria es arte y es ciencia. Como arte que tiene sus reglas tanto subjetivas como objetivas, las cuales son necesarias conocer para poderlas poner en práctica. Como ciencia presupone una adecuada erudición que proporcione los medios necesarios para deleitar, mover y convencer.

Cuánto más experiencia tenga el orador, de las cosas humanas, de lo que interesa al hombre y a las instituciones sociales, mejor se adentrará en las almas y se obtendrán las conquistas.
La experiencia se adquiere con el ejercicio, la práctica y la constancia.

El buen orador tiene que ser muy cuidadoso tanto de lo que dice como de cómo lo dice. Quién crea que esto no es así está incapacitado para desarrollar el arte de la oratoria.
Adolfo Hitler, Winston Churchil, Fidel Castro, Napoleón Bonaparte, Simón Bolívar, Mijail Gorvachov, Vladimir I. Lenin, Yaser Arafat, entre otros. son y han sido líderes que entendieron perfectamente lo que ahora estamos diciendo. Ellos comprendieron que quién asuma el verbo como arma o como oficio, debe tener una verdadera obsesión por la perfección idiomática.
Ellos entendieron que en estos roles no se debe improvisar.

El líder debe comprender que debe convertir la energía que provoca el miedo paralizante de enfrentarse al público en la fuerza convincente que llegue al auditorio y transformar su intervención en un momento de auténtico gozo, y disfrute minuto a minuto, ese momento.
Toda persona quiera o no, se enfrenta tarde o temprano a la necesidad de hacer uso de la palabra ante un grupo relativamente numeroso de personas que estará presto a escucharlo.

Esta es una situación que generalmente crea angustias, temores o tensiones emocionales que la mayoría de las veces son injustificados. Naturalmente la habilidad verbal es diferente en cada uno de nosotros, y esta reposa en el ejercicio. En consecuencia, cualquier persona relativamente normal, con interés y dedicación y respetando ciertas reglas que no son muy difíciles de poner en práctica, logrará llevar a cabo, con cierto dominio, una buena disertación, charla o exposición ordenada, clara, animada e interesante.

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